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No me gusta hablar mucho sobre mí, pues normalmente cuando se nos pregunta acerca de nosotros, tendemos a resaltar más que nada las cualidades positivas. Pero brevemente, puedo decirles que soy una persona cristiana, bien social, me gusta ayudar a los demás en todo lo que esté a mi alcance, y me gusta luchar por lo que quiero, superarme, no quedarme estancado, más bien, crecer en cada aspecto de mi vida.

Un problema de números


Obviamente, a mayor complejidad y potencia, más caro resulta el dispositivo. Y precisamente su precio es el obstáculo que está frenando su implantación; los expertos calculan que habrá que esperar aún entre cuatro y seis años para lograrla.
Una etiqueta RFID cuesta hoy, dependiendo de su complejidad, entre 20 céntimos y 50 euros. Eso sin contar lo que valen los lectores. Los precios caen continuamente, pero los expertos opinan que hasta que la etiqueta más barata no valga uno o dos céntimos, no será rentable sustituir los códigos de barras. Por eso se está llevando a cabo una transición lenta en la que los códigos de barras conviven con las etiquetas de radiofrecuencia, empleadas únicamente en determinados productos.

Otro inconveniente para su popularización es que hay demasiados sistemas RFID distintos. Los analistas creen que habría que encontrar un estándar lo antes posible.
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